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Diferenciación Sexual del Cerebro. ¿Una posible respuesta a la homosexualidad?

 

Formato original: http://gaybestialitymx.blogspot.mx/2013/08/diferenciacion-sexual-del-cerebro-una.html

 

 

En la biología de los vertebrados uno de sus procesos fundamentales es la reproducción. Evento que, generalmente, se debe a la participación –durante el apareamiento- de individuos con un sexo específico ya femenino o masculino con uno masculino o femenino, respectivamente. La palabra sexo proviene del Latín sexus, vocablo latino de origen Romano que derivó de secare que significa “desunir, cortar o separar” mismo vocablo que pudo tener también origen indoeuropeo, derivado de sekw o secus en base a la idea de que la población humana se divide en hombres y mujeres. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Androgíno Hermético
 

 

 

  Las diferencias en la apariencia externa entre individuos de una misma especie según sean un macho o una hembra, de acuerdo pueden ser muy diversas. Las causas indican injerencia genética, hormonal y ambiental que al interaccionar dan como resultado el dimorfismo biológico.


  Basta con observar al cuerpo de un hombre y una mujer para darnos cuenta de que existen obvias diferencias, pero su conformación externa como la conducta, habilidades manuales, respuesta a diferentes estímulos en la reproducción. Todo esto lo podemos englobar en términos de dimorfismo sexual, que se refiere a las diferencias morfológicas, fisiológicas, bioquímicas y conductuales entre machos y hembras de una misma especie.


  El término: Diergismo sexual es acuñado para caracterizar únicamente las diferencias sexuales en funciones bioquímicas y fisiológicas, enfatizando que el dimorfismo a menudo produce el diergismo, y que la edad, hormonas, medio ambiente y particularidades genéticas, contribuyen para establecer diferencias. No obstante, en este texto se utilizará la expresión de dimorfismo para describir las diferencias anatómicas, bioquímicas, genéticas, histológicas, funcionales y finalmente conductuales que distinguen a ambos sexos.


  A través de los siglos el hombre ha intentado explicar cómo se originan estas diferencias, entre hombres y mujeres, machos y hembras.


  Demócrito (460-371 a. C.) decía que nacía un hombre o una mujer, dependiendo de la semilla que preponderaba, y luego Anaxágoras (500- 428 a. C.), agregó que dependía del lado del testículo de donde provenía el semen (teoría de la lateralidad). Empédocles (492-432 a. C.), propuso la teoría termal, el sexo dependía  de la temperatura en la que se gestaba el huevo, un útero caliente producía machos. Aristóteles quien recogió y diseccionó embriones, afirmó que el sexo era determinado por el calor del progenitor masculino durante el coito (Aristóteles, alrededor del 350 a. C.). Mientras más calurosa fuese la pasión, mayor era la probabilidad de tener descendencia masculina; por lo tanto, aconsejaba a los hombres de avanzada edad a concebir en verano si deseaban tener herederos masculinos. Lo confirmaba por observaciones en cabras y ovejas, que producían más machos con los vientos cálidos: y agrega que el alma le llega al hombre a los 30 días de concebido, mientras que a la mujer le llega a los 80 días.

 

 

 

  Aristóteles promulgo una hipótesis simple sobre la determinación del sexo: las mujeres eran hombres cuyo desarrollo se detuvo demasiado temprano. Estas mujeres eran “un hombre mutilado” cuyo desarrollo se había detenido debido al frío del útero materno que se apoderó del calor del semen del padre.  Esta visión fue aceptada por la Iglesia Cristiana y por el médico grecorromano Galeno (cuyos textos de anatomía fueron el estándar por cerca de mil años). Alrededor del año 190 Galeno escribió:

 

“Así como la especie humana es la más perfecta de todos los animales, también dentro de la especie humana, el hombre es más perfecto que la mujer y la razón de esta perfección es el exceso de calor, por que el calor es el instrumento primario de la naturaleza… la mujer es menos perfecta que el hombre en relación con las partes generativas. Para las partes que fueron formadas dentro de ella cuando todavía era un feto, pero no podría el defecto del calor emerger y proyectarse cobre el exterior.”

 

  Santo Tomás de Aquino (1226-1274) retoma como ciertas ideas similares a las de Aristóteles, agregando que la mujer es una masa occasinatus, es decir un hombre que no ha llegado a su destino final. Platón (427 – 347 a. C.), llega a proponer que la primer generación humana consistía solo de hombres, y que los hombres cobardes o malos, renacieron como mujeres en la próxima generación.


  La opinión de que la mujer fuese un hombre pobremente desarrollado y de que sus genitales fuesen como los de los hombres, puestos desde adentro hacia afuera, fue muy popular durante cerca de mil años. Tan tarde como en 1543, Andreas Vesalius, el anatomista de Padua que anuló la mayor parte de la anatomía de Galeno (y  quien se puso en peligro ante la censura de la iglesia por sostener que el hombre y la mujer tenían el mismo número de costillas), mantuvo este punto de vista. Las ilustraciones de sus dos trabajos principales, De Humani Corporis Fabrica and Tubulae Sex, muestran que él vio a los genitales femeninos como representaciones internas de los genitales masculinos. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ilustración tomada de 'De Humani Corporis'

 

   La literatura sobre las diferencias macroscópicas del cerebro humano presenta una increíble mezcla de observaciones científicas y sesgos culturales. En 1854 Huschke “demuestra” que el lóbulo frontal es más grande en un 1% en los hombres. En 1867 se llega a la conclusión que del análisis de las estructuras de las circunvoluciones del cerebro se puede inferir la inferioridad de las mujeres, y se afirma que el cerebro de mujer es tipo “fetal o de simio”. Todas estas afirmaciones fueron luego refutadas por numerosos investigadores. Finalmente se determina que las diferencias sexuales macroscópicas del cerebro calloso y la menor lateralización del cerebro en las mujeres.


  La determinación del sexo se inicia con la fertilización del ovocito, esto quiere decir que se determina a partir  del momento en que el aporte genético masculino – procedente del espermatozoide – se integra al femenino del ovocito. De tal manera que esta etapa de la fertilización denominada fecundación también se restablece la diploidía de la célula llamada huevo o cigoto, el cual es el embrión unicelular. El embrión se desarrolla como un macho o una hembra debido a la carga genética contenida en los cromosomas sexuales, y que a partir de su relación el sexo del individuo será homogamético o heterogamético, teniendo en cuenta que durante el periodo de diferenciación gonadal antecede a la diferenciación del sistema nervioso central, evento reconocido como diferenciación sexual cerebral.  Los términos homogamético y heterogamético se refiere a la presencia de los cromosomas sexuales X/Y. Homogaméticos son aquellos individuos que tienen un par cromosómico XX y se desarrollan como hembras, y heterogaméticos son los que tienen el par cromosómico XY y se desarrollan como machos. No obstante antes de llegar a esta conclusión tuvieron que pasar 2500 años antes de que se descubriera el papel del cromosóma Y en la masculinización de las gónadas (1959). Alrededor de 1900 se vislumbró que las hormonas estarían involucradas en la diferenciación sexual.


  En muchas especies de mamíferos el cerebro es intrínsecamente femenino (o, quizás, neutro). Las características masculinas de estructura y función se imponen al sistema nervioso central en desarrollo por acción de hormonas testiculares durante un periodo específico, o muy probablemente durante varios periodos críticos del desarrollo. O, como dicen algunos, el sexo femenino es el default. Es decir que la teoría de Santo Tomas tendría otra interpretación moderna: la mujer sería una masa occasionatus en la que por falta de la acción de los andrógenos no se llega al fenotipo varón ("un hombre que no llega a destino").

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Homúnculo, descrito por los preformistas animaculistas

 

 

  En muchas especies de mamíferos el cerebro es intrínsecamente femenino (o, quizás, neutro). Las características masculinas de estructura y función se imponen al sistema nervioso central en desarrollo por acción de hormonas testiculares durante un periodo específico, o muy probablemente durante varios periodos críticos del desarrollo.


  La revisión de diferentes sistemas con dimorfismo funcional, tanto en humanos como en otros modelos animales, ofrecen la posibilidad de entender las diferencias de respuesta y comportamiento desigual entre géneros.


  El cerebro, la parte más grande del encéfalo, consta de dos hemisferios cerebrales conectados por el cuello calloso. Los hemisferios están separados por una hendidura profunda, la cisura longitudinal, hacia la cual se proyecta a la hoz del cerebro.  


  En condiciones normales el cerebro funciona como un todo armónico y unitario gracias a que ambos hemisferios están comunicados por el sistema comisural.  No debe olvidarse que cada hemiserio está especializado en la realización de aspectos particulares de la actividad global del cerebro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Existen varios cientos de trabajos de investigación que apoyan el dimorfismo de la corteza entre el hombre y la mujer. La densidad neuronal en la corteza es más alta y de mayor diámetro craneal frente a un incremento recíproco de neurópilo y procesos neuronales en las mujeres. Tanto la cantidad de neuronas como neurópilo aportan al grosor de la corteza, en este caso vemos que sería muy difícil estudiar el grosor de la corteza, pues mientras uno tiene mayor número de células, otro mayores procesos neuronales. Es por eso que los investigadores han apuntado no tanto en estudiar el grosor, sino la arquitectura de la corteza. Por otro lado, las diferencias entre la corteza derecha e izquierda son comunes en el sexo masculino, en tanto que en el caso femenino no se evidencian dichas asimetrías.


  Actualmente se piensa que las capacidades lingüísticas y espaciales son más asimétricas en el hombre, teniendo como responsable del lenguaje al hemisferio izquierdo y el reconocimiento espacial al derecho. En las mujeres ambas capacidades están distribuidas más simétricamente entre ambos hemisferios.


  Existen diferencias ultraestructurales en neuronas, este dimorfismo sexual funcional en el hipotálamo en el caso de la rata, es acompañado por diferencias ultraestructurales en las neuronas. Las diferencias estructurales se ven, no solo en el número de neuronas, sino en el tamaño nuclear y nucleolar, en la arborización dendrítica, la organización sináptica, y también a nivel molecular.


  La existencia de un núcleo dimórfico sexual en el hipotálamo originalmente descrita en aves y ratas fue más tarde corroborada en otras especies como el gerbil y la codorniz, e incluso en ovejas y el humano (tercer núcleo intersticial en el hipotálamo anterior). Sin embargo, ha sido muy difícil homologar la localización y función de los núcleos dimórficos sexuales entre especies.

 

 

Infinitas gracias a Hugo Alberto Solís González, por el empeño mostrado al realizar este texto.

 

 

 

 

 

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